Después, oí un rumor enorme; en el cielo un inmenso gentío clamaba: ¡Aleluya! ¿Quién salva, y quien tiene gloria y poder sino nuestro Dios? En seguida se escuchó desde el trono una voz que decía: “Alaben a nuestro Dios, todos sus servidores, todos los que honran a Dios, grandes y pequeños”.
Y se oyó un rumor como de una multitud inmensa, como de rugientes olas, como de violentos truenos. Clamaban: Aleluya. Ahora ha comenzado a reina el Señor Dios, Dueño del universo.
Alegrémonos y regocijémonos y demos gracias a Dios, porque han llegado las bodas del
Cordero y su esposa ya está lista; la han vestido de lino radiante de blancura.
Este lino son las buenas acciones de los santos.
Después, él me dice: “Escribe felices los que han sido invitados a las bodas del Cordero”.
Palabra de Dios.