Dijo Dios:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar, a las aves
del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo”.
Y creó Dios al hombre a su imagen. A la imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creo.
Dios los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla.
Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra”. Y así fue.
Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno.
Palabra de Dios.
Después dijo Yavé: “No es bueno que el hombre esté solo. Haré pues, un ser semejante a él
para que lo ayude”. Yavé entonces formó de la tierra todos los animales del campo y todas las
aves del cielo y los llevó ante el hombre para que les pusiera nombre. Y cada ser viviente había
de llamarse como el hombre lo había llamado.
El hombre puso nombres a todos los animales, a las aves del cielo y a las fieras salvajes. Pero no
se encontró en ellos un ser semejante a él para que lo ayudara. ;
pero no hubo ningún ser semejante a Adán para ayudarlo.
Entonces Yave hizo caer en un profundo sueño al hombre y este se durmió. Y le saco una de sus
costillas, tapando el hueco con carne.
De la costilla que Yave había sacado al hombre, formo una mujer y la llevo ante el hombre.
Entonces el hombre exclamo:
“Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada varona porque del
varón ha sido tomada”.
Por eso el hombre deja a sus padres para unirse a una mujer, y formar con ella un solo ser.
Palabra de Dios.
Entonces le puse el anillo en la nariz y los brazaletes en las manos e hincándome adore Yavé,
bendiciendo al Dios de mi patrón Abraham que me había conducido por el buen camino para
conseguir para su hijo a la hija del hermano de mi patrón.
Ahora díganme si están dispuestos o no a ser buenos y fieles con mi patrón, pues, en caso
contrario, me volveré o por la derecha o por la izquierda.
Labán y Batuel dijeron al mayordomo de Abraham: “Se ve que la mano de Yave está en todo
esto. No podemos oponernos.
Ahí está Rebeca, llévatela. Que sea la esposa del hijo de tu patrón como lo ha mandado Yavé”.
La llamaron, pues, y le preguntaron: “¿ Quieres irte con este hombre?” “Si, me voy”, contesto.
Entonces dejaron partir a su hermana Rebeca y a su nodriza con el servidor de Abraham y con
sus hombres. Bendijeron a Rebeca, diciendo:
“Hermana nuestras, que tengas hijos y descendientes, millares y millares, y que tus
descendientes dominen a sus enemigos”.
Entonces se levantó Rebeca, con sus criadas, montaron en sus camellos, y siguieron al
mayordomo de Abraham. Así es como se llevó a Rebeca y partió.
Isaac acababa de volver del pozo de Lajay-Roi, pues vivía en el país del sur.
Al atardecer, como salía a dar un paseo por el campo, levantando la vista vio que se acercaban
unos camellos: Cuando Rebeca lo vio se bajó del camello y dijo al mayordomo: “¿ Quien es
aquel hombre que viene por el campo hacia nosotros?” Este respondió: “Es mi patrón”. Ella
entonces tomo el velo y se tapó el rostro.
El mayordomo conto a Isaac, su señor, todo lo que había hecho. Isaac introdujo a Rebeca en su
tienda de campaña, que había sido de su madre Sara. La hizo suya y fue su esposa. La amo y así
se consoló de la muerte de su madre.
Palabra de Dios.
Una vez lavados y purificados, se sentaron a la mesa. Tobías dijo a Rafael: “Hermano Azarías,
dile a Ragüel que me dé por esposa a mi prima Sara”.
Ragüel, que oyó esto, dijo al joven: “Come y bebe tranquilo, porque eres el único que tiene
derecho a casarse con mi hija: no puedo darla a otro sino a ti, ya que eres mi pariente más
cercano.
Ahora debo decirte la verdad…” Tobías respondió: No comeré ni beberé hasta que decidas
acerca de lo que te he pedido”.
Y Ragüel dijo: Recibe a tu hermana conforme lo escrito en la Ley. Desde ahora, tu eres su
hermano y ella tu hermana; te la entrego para siempre. Que el Señor del Cielo este con ustedes
esta noche; que les tenga compasión y los salve”.
Luego Ragüel llamó a su hija Sara que se acercó. Le tomo la mano y la puso en manos de Tobías,
diciendo: “Recíbela conforme a la Ley, de acuerdo con las disposiciones del Libro de Moisés que
hace de ella tú esposa. Llévala a la casa de tu padre. El Dios del Cielo los guie por los caminos de
la paz”.
Luego dijo a la madre que trajera una hoja de papiro; en ella escribió el contrato matrimonial, y
lo firmaron.
Terminando esto, se pusieron a comer y beber.
Palabra de Dios.
Mientras tanto, los padres habían salido de la habitación. Entonces Tobías dijo a Sara:
Levántate hermana y oremos, para que el Señor tenga piedad de nosotros”.
Luego dijo Tobías:
“Bendito seas, Dios de nuestro padres y bendito sea tu Nombre santo y glorioso por los siglos;
que los cielos y todas tus criaturas te bendigan. Tú creaste a Adán y le diste a Eva, su mujer
como ayuda y compañera, para que de los dos naciera la raza humana.
Tú dijiste: No está bien que el hombre este solo, démosle una compañera semejante a él. Ahora
Señor, tomo a mi hermana con recta intención y no buscando el placer. Ten piedad de nosotros
y que podamos llegar juntos a nuestra ancianidad”.
Palabra de Dios.
¡La voz de mi amado!
Miren como ya viene saltando por los montes,
Brincando por los cerros, mi amado, como una gacela o un cabrito.
Ahora se detiene detrás de nuestra cerca, y se pone a mirar por las ventanas, a espiar por las
rejas.
Mi amado empieza a hablar y me dice: levántate, compañera mía, hermosa mía, y ven por acá.
Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas en apartados riscos, muéstrame tu
rostro,
Déjame oír tu voz, porque tu voz es dulce y amoroso tu semblante.
Mi amado es para mí, y yo para mi amado.
Grábame como un tatuaje sobre tu corazón, como un tatuaje en tu brazo.
Porque es fuerte el amor como la muerte, y la pasión, tenaz como el infierno.
Sus flechas con dardos de fuego, como llana divina.
No apagaran el amor ni lo ahogaran océanos ni ríos.
Palabra de Dios.
Feliz el marido de una buena mujer, el número de sus días se duplicara.
Una mujer valiente es la alegría de su marido, reservada para el que teme al Señor;
Rico o pobre, su corazón es dichoso, muestra siempre alegre el rostro.
La gracia de la esposa hace la alegría de su marido, y su saber es reconfortante para él.
Una mujer honesta es el favor entre los favores, la que es casta es de inestimable valor.
Como el sol matinal sobre los cerros del Señor, así es el encanto de una mujer buena en una
casa bien ordenada.
Palabra de Dios.
Vendrán días —palabra de Yahvé—en que yo pactaré con el pueblo de Israel una nueva alianza.
No será como esa alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano, sacándolos de Egipto. Ellos quebraron mi alianza, siendo yo el Señor de ellos.
Esto declara Yahvé: Cuando llegue el tiempo, yo pactaré con Israel esta otra alianza:
Pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: “Conozcan a Yavé.” Pues me conocerán todos, del más grande al más humilde.
Palabra de Dios.