Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
Dios, que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entrego por todos nosotros
¿Cómo no nos va a conceder él cualquier cosa?
¿Quién acusará a los elegidos de Dios sabiendo que es él quien los hace justos?
¿Quién los condenará? ¿Acaso será Cristo Jesús,
el que murió, más aun el que resucitó y está a la derecha de Dios
rogando por nosotros?
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Las pruebas o las angustias, la persecución o el hambre, la falta de ropa, los peligros o la espada?
Pero no, en todo esto triunfaremos gracias al que nos amó.
Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
Les ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que se entreguen ustedes mismos
como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ese es nuestro culto espiritual.
No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de
su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que agrada, lo que es
perfecto.
Que el amor sea sincero.
Aborrezcan cariño unos a otros. En el respeto: estimen a los otros como más dignos.
En el cumplimiento del deber: no sean flojos.
En el Espíritu sean fervorosos, y sirvan al Señor.
Tengan esperanza y estén alegres.
En las pruebas: sean pacientes.
Oren en todo tiempo.
Con los creyentes necesitados:
Compartan con ellos.
Con los que estén de paso: sean solícitos para recibirles en su casa.
Bendigan a quienes los persigan: bendigan y no maldigan.
Alégrense con los que están alegres, lloren con los que lloran.
Vivan en armonía unos con otros. No busquen las grandezas,
Sino que vayan a lo humilde. No se tomen por unos sabios.
No devuelvan a nadie mal por mal; procuren ganarse el aprecio de todos los hombres.
Hagan todo lo posible, en cuanto de ustedes dependa, para vivir en paz con todos.
Palabra de Dios.
Les ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que se entreguen ustedes mismos como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ese es nuestro culto espiritual.
No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que agrada, lo que es perfecto.
Que el amor sea sincero.
Aborrezcan cariño unos a otros. En el respeto: estimen a los otros como más dignos.
En el cumplimiento del deber: no sean flojos.
En el Espíritu sean fervorosos, y sirvan al Señor.
Tengan esperanza y estén alegres.
En las pruebas: sean pacientes.
Oren en todo tiempo.
Con los creyentes necesitados:
Compartan con ellos.
Con los que estén de paso: sean solícitos para recibirles en su casa.
Palabra de Dios.
En cambio, el cuerpo no es para libertad sexual, sino para el Señor;
y el Señor, para el cuerpo.
Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder.
¿No saben que sus cuerpos son parte de Cristo?
¿Y cómo le quitarían a Cristo esa parte de su cuerpo para hacerla parte de una prostituta?
En cambio, el que se une al Señor, se hace con él un mismo espíritu.
Desháganse totalmente de las relaciones sexuales prohibidas. Todo otro pecado que cometa el hombre le queda exterior. Al contrario, el que tiene relaciones sexuales prohibidas peca contra su propio cuerpo.
¿No saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en nosotros y que lo hemos recibido de Dios?
Ustedes ya no se pertenecen a sí mismo;
Sabiendo que fueron comprados a un gran precio,
Procuren que sus cuerpos sirvan para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Ustedes, sin embargo, aspiren a los dones más preciosos.
Pero les voy a mostrar un camino mucho mejor.
Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca.
Si yo tuviera el don de profecía, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero me faltara el amor nada soy.
Si reparto todo lo que poseo a los pobres y si entrego hasta mi propio cuerpo, pero no por
amor, sino para recibir alabanzas, de nada me sirve.
El amor es pacientes, servicial y sin envidia.
No quiere aparentar ni se hace el importante.
No actúa con bajeza, ni busca su propio interés.
El amor no se deja llevar por la ira, sino que oliva las ofensas y perdona.
Nunca se alegra de algo injusto y siempre la agrada la verdad.
El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta.
El amor nunca pasara.
Palabra de Dios.
Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amo a ustedes.
Sométanse unos a otros por consideración a Cristo.
Que las esposas se sometan a sus maridos como al Señor.
En efecto, el marido es cabeza de su esposa, como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo Salvador.
Y así como la Iglesia se somete a Cristo, así también la esposa debe someterse en todo a su marido.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amo a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella.
Y la baño y la santifico en la Palabra, mediante el bautismo de agua.
Porque, si bien es cierto, deseaba una Iglesia esplendida, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada, el mismo debía prepararla y presentársela.
Del mismo modo los maridos deben amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos.
El que ama a su esposa se ama a sí mismo.
Y nadie jamás ha aborrecido su cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida. Eso es justamente lo que Cristo hace por la Iglesia, pues nosotros somos parte de su cuerpo.
La Escritura dice: Por eso el hombre dejara a su padre y su madre para unirse con su esposa, y los dos no formaran sino un solo ser.
Este misterio es muy grande, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
En cuanto a ustedes, que cada uno ame a su esposa como a sí mismo, y que la mujer, a su vez, respete a su marido.
Palabra de Dios.
Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amo a ustedes.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amo a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella.
Y la baño y la santifico en la Palabra, mediante el bautismo de agua.
Porque, si bien es cierto, deseaba una Iglesia esplendida, sin mancha
Ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada, el mismo debía prepararla y presentársela.
Del mismo modo los maridos deben amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa se ama a sí mismo.
Y nadie jamás ha aborrecido su cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida. Eso es justamente Lo que Cristo hace por la Iglesia, pues nosotros somos parte de su cuerpo.
La Escritura dice: Por eso el hombre dejara a su padre y su madre para unirse con su esposa, y los dos no formaran sino un solo ser.
Este misterio es muy grande, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Palabra de Dios.
Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, por
Ser sus santos muy queridos;
Revístanse de sentimientos de tierna compasión, de bondad, de humildad,
De mansedumbre, de paciencia.
Sopórtense y perdónense unos a otros, si uno tiene motivo de queja contra otros.
Como el Señor los perdono, a su vez, hagan lo mismo.
Haciendo todo con amor, todas las cosas concurrían a la unidad y alcanzaran la perfección.
Que la paz de Cristo reine en sus corazones; ustedes fueron llamados a encontrarla, unidos en un mismo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos.
Que la palabra de Cristo habite en ustedes con todas sus riquezas.
Que sepan aconsejarse unos a otros y ensenarse mutuamente con palabras y consejos sabios.
Con el corazón agradecido, canten a Dios salmos, himnos y canticos inspirados.
Y todo lo que pueden decir o hacer, háganlo en Nombre del Señor Jesús. Dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Palabra de Dios.
De la misma manera, que las mujeres obedezcan a sus maridos y, con eso, seguramente
ganaran a aquellos que se resiste a la predicación.
Al verlas castas y serias en su conducta, esa misma conducta hará las veces de predicación. No se preocupen tanto por lucir peinados rebuscados, collares de oro y vestidos lujosos, todas cosas exteriores.
Sino que más bien irradie de lo íntimo del corazón la belleza que no
Se pierde, es decir, un espíritu suave y tranquilo. Eso sí que es muy precioso ante Dios.
De ese modo se adornaban en otros tiempos las santas mujeres que esperaban en Dios;
Y estaban sometidas a sus maridos.
Así obedecía Sara a Abraham, al que llamaba su señor. Ustedes serán hijas de Sara si obran bien y no tienen miedo a nada.
Que los maridos, a su vez, lleven la vida común con tino, sabiendo que la mujer es un ser más delicado.
Asimismo, que les tengan consideración, pues han de compartir juntos el don de Dios que lleva a la vida. Hagan esto y Dios no demorara en escuchar lo que le pidan.
Finalmente, tengan todos un mismo sentir; compartan las preocupaciones de los demás con Amor fraternal, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal, ni contesten el insulto con el insulto. Al contrario, bendigan, ya que fueron llamados a bendecir y alcanzar ustedes mismos por ese medio las bendiciones de Dios.
Palabra de Dios.
Hijitos, no amemos con puras palabras y de labios afuera, sino verdaderamente y con obras.
Esto nos dará la certeza de que somos de la verdad y se tranquilizara nuestra conciencia
delante de él cada vez que nuestra conciencia nos reproche, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y lo conoce todo.
Y si nuestra conciencia no nos condena, queridos, acerquémonos a Dios con toda confianza.
Entonces, cualquier cosa que pidamos, Dios nos escuchara, ya que guardamos sus mandatos Y procuramos hacer lo que es de su agrado.
Su mandato es que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros, tal como él nos tiene ordenado.
El que guarda sus mandatos permanece en Dios y Dios en él. Y por el Espíritu que Dios nos ha dado sabemos que el permanece en nosotros.
Palabra de Dios
Queridos míos: amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama, no ha conocido Dios, pues Dios es amor.
Envió Dios a su Hijo Unico a este mundo para darnos la Vida por medio de él.
Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados: en esto está el amor.
Queridos, si tal fue el amor de Dios, también nosotros debemos amarnos mutuamente.
Nadie ha visto nunca a Dios, pero si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se dilata libremente entre nosotros.
Palabra de Dios.
Después, oí un rumor enorme; en el cielo un inmenso gentío clamaba: ¡Aleluya! ¿Quién salva, y quien tiene gloria y poder sino nuestro Dios? En seguida se escuchó desde el trono una voz que decía: “Alaben a nuestro Dios, todos sus servidores, todos los que honran a Dios, grandes y pequeños”.
Y se oyó un rumor como de una multitud inmensa, como de rugientes olas, como de violentos truenos. Clamaban: Aleluya. Ahora ha comenzado a reina el Señor Dios, Dueño del universo.
Alegrémonos y regocijémonos y demos gracias a Dios, porque han llegado las bodas del
Cordero y su esposa ya está lista; la han vestido de lino radiante de blancura.
Este lino son las buenas acciones de los santos.
Después, él me dice: “Escribe felices los que han sido invitados a las bodas del Cordero”.
Palabra de Dios.