20130324 120208 resizedDOMINGO DE RAMOS

La conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén nos introduce en la Semana Santa al preguntarnos sobre el Señor: ¿Qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene ese sentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí... ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Papa Francisco

JUEVES SANTO

Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.

Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.

En la liturgia de la Misa de la Cena del Señor hay dos elementos singulares, que manifiestan la grandeza de la Sagrada Eucaristía: por un lado, el lavatorio de pies; y, por otro, la procesión y reserva del Santísimo Sacramento.

En su homilía del año pasado explicaba el Papa Francisco respecto al lavatorio de pies: " Él es el más importante y lava los pies porque, entre nosotros, el que está más en alto debe estar al servicio de los otros. Y esto es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies es: «yo estoy a tu servicio». Y también nosotros, entre nosotros, no es que debamos lavarnos los pies todos los días los unos a los otros, pero entonces, ¿qué significa? Que debemos ayudarnos, los unos a los otros". Y, así, proponía una pregunta: «¿Estoy verdaderamente dispuesta o dispuesto a servir, a ayudar al otro?». Pensemos esto, solamente. Asímismo, veía este rito como una caricia divina: Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, que Él hace, porque Jesús ha venido precisamente para esto, para servir, para ayudarnos.

Respecto a la procesión y reserva, explicaba el entonces Cardenal Ratzinger: "La procesión del Jueves Santo es, por definición, escolta de la Sagrada Forma, caminar con el Señor que se entrega por nosotros".

Benedicto XVI nos explicaba el significado de la Reserva Eucarística de este día:

"Este día singular, que evoca grandes misterios, concluye con la Adoración eucarística, en recuerdo de la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní."

CIRENEOVIERNES SANTO

Mirad el árbol de la Cruz,

donde estuvo clavada

la salvación del mundo.

El Viernes santo, que conmemora los acontecimientos que van desde la condena a muerte hasta la crucifixión de Cristo, es un día de penitencia, de ayuno, de oración, de participación en la pasión del Señor. La asamblea cristiana, en la hora establecida, vuelve a recorrer, con la ayuda de la palabra de Dios y de los gestos litúrgicos, la historia de la infidelidad humana al designio divino, que sin embargo precisamente así se realiza, y vuelve a escuchar la narración conmovedora de la dolorosa pasión del Señor.

Luego dirige al Padre celestial una larga "oración de los fieles", que abarca todas las necesidades de la Iglesia y del mundo. Seguidamente, la comunidad adora la cruz y recibe la Comunión eucarística, consumiendo las especies sagradas conservadas desde la misa in Coena Domini del día anterior. (...)

Benedicto XVI,Audiencia General, 4 de abril de 2007

Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es ante todo aquella del dolor y de la muerte, sino la del amor y del don de sí que trae vida. Es entrar en la lógica del Evangelio. Seguir, acompañar a Cristo, permanecer con Él exige un «salir». Salir de sí mismos, de un modo de vivir la fe cansado y rutinario, de la tentación de cerrarse en los propios esquemas que terminan por cerrar el horizonte de la acción creativa de Dios. Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros, puso su tienda entre nosotros para traernos su misericordia que salva y dona esperanza. También nosotros, si queremos seguirle y permanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos «salir», buscar con Él a la oveja perdida, aquella más alejada. Recordad bien: salir de nosotros, como Jesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús y Jesús salió de sí mismo por todos nosotros. Papa Francisco

SÁBADO SANTO

El Sábado santo se caracteriza por un gran silencio. Las Iglesias están desnudas y no se celebran liturgias particulares. En este tiempo de espera y de esperanza, los creyentes son invitados a la oración, a la reflexión, a la conversión, también a través del sacramento de la reconciliación, para poder participar, íntimamente renovados, en la celebración de la Pascua. BENEDICTO XVI, 13 DE MARZO DE 2010

VIGILIA PASCUAL

La Vigilia pascual es la mayor de las celebraciones del año litúrgico, y como tal debe vivirse y presentarse a los fieles.

La Vigilia Pascual está estructurada por la liturgia de la luz (con la bendición del fuego y del cirio pascual), la liturgia de la Palabra (donde se hace memoria de los grandes momentos de la historia de la Salvación), la liturgia bautismal (con la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales) y la liturgia eucarística (culmen de la liturgia).

A partir de la Noche Santa la Iglesia vive y manifiesta, con unos signos más festivos y extraordinarios que habitualmente, como un anticipo de la vida futura y de aquella felicidad en la que cree y en la que espera compartir, ya sin velos ni figuras ni sombras, la VIDA DEL RESUCITADO.