bergoglioNuestro ayuno cuaresmal puede ser rutinario y llegar a ser un gesto maniqueo más que profético consistente en cerrar la boca, porque la materia y los alimentos son impuros: cuando el ayuno que Dios quiere es partir el propio pan con el hambriento; privarnos no sólo de lo superfluo, sino aún de lo necesario para ayudar a los que tienen menos; dar trabajo al que no lo tienen, curar a los que están enfermo en su cuerpo o en su espíritu; hacernos cargo de los que sufren el azote de la droga o ayudar a prevenir la caída de tantos; el denunciar la injustica;... el car amor al que está solo y no sólo al que se nos acerca.

¡Ayunar para que otros no ayunen!