La urbanidad en la piedad se refiere a los modos y costumbres en la piedad de los fieles; es decir, aquello que se refiere al trato a Dios y el modo de estar en la iglesia

Se da una gran paradoja: si por un lado, hay una distancia infinita entre Dios y el hombre; por el otro, el amor y la confianza que proceden del ser hijos de Dios. Estas dos realidades −respeto y amor− se manifiestan en los espacios, signos y gestos que se realizan en la iglesia y en la liturgia.

Hemos de estar atentos para que la confianza no degenere en falta de respeto. No es verdad que la espontaneidad sea de por sí buena. Depende de qué espontaneidad: se precisa conciliar respeto, confianza y naturalidad. El amor tiene una línea de mínima que es el respeto y la veneración. No puedo amar lo que no respeto.

Hay diversas expresiones de devoción según los ritos, tradiciones y culturas, y por eso hemos de cuidar una serie de detalles como:

• Vestirse dignamente y con cierta elegancia para visitar a Dios.

• Guardar silencio en el recinto sagrado para facilitar el recogimiento y ayudar a que los demás puedan hablar con Dios. El silencio es ya una forma de culto ante la Eucaristía.

• Guardar la hora de ayuno si se va a comulgar. La fila para comulgar no es una cola, es una procesión hacia Jesús. Vamos preparándonos a recibir al Señor. Evitamos llevar las manos en los bolsillos.

• El rito de la paz es un signo, por eso, se da la paz a los más cercanos.

• Seguir la celebración en las diversas posiciones: de pie, sentado y de rodillas.

• No comer, ni mascar chicle..., no hacer muecas ni bromas, o molestar a otros.

• Se saluda al Santísimo en el Sagrario con la genuflexión (la rodilla derecha toca el suelo, con el cuerpo erguido, mirando hacia el sagrario), se venera los altares con la inclinación de cabeza.

• Cuidar la forma de sentarse. Derechos, sin "acostarse" en los bancos.

La urbanidad de la piedad muestra nuestra fe, esperanza y amor. Es respeto y elegancia, aplicado a las cosas de Dios.