Entrevista a Mario Peretti, sacerdote milanés afincado en Argentina desde 1993.
¿Qué ha aprendido de él en estos años?
Es un hombre de Dios. Ama a Cristo y a la Iglesia y se mueve a partir de esto, no desde posiciones sociológicas o políticas. Los periódicos que han intentado clasificarlo como "progresista" o "conservador" no lo han logrado. Es imposible.
¿Se esperaba los primeros gestos que ha hecho como Papa?
Sí. Es lo mismo que hacía aquí, no es una decisión en función del papel o de la necesidad de dar una vuelta de tuerca a la Iglesia. La humildad de gestos como pagar la cuenta personalmente o renunciar a la cruz de oro, y todo lo que estamos viendo en Roma, lo hemos visto continuamente en Buenos Aires. Así es él. No son sólo rasgos de su carácter, de su estilo de vida. Tiene que ver con su modo de vivir la fe. Inmediatamente hace esta petición a sus fieles: «Rezad por mí». No ha ocurrido sólo una vez que alguno fuera a verle y que el diálogo terminara con la misma petición: «Reza por mí. Te lo digo en serio, porque realmente lo necesito». También el reclamo a la misericordia es una constante en él. Igual que a la pobreza, lo cual permite entender qué es lo que lleva en el corazón.
¿Por qué?
No es que Bergoglio ame la pobreza: ama a Cristo y por eso no necesita nada. Es una posición de fe, no de pauperismo. Y de hecho la vive sencillamente, sin ostentaciones, sin hacer de ella una bandera ideológica. Nunca le he oído polemizar contra la "Iglesia rica". Para él es una cuestión de plenitud de vida. En el Arzobispado tenía un despacho grande, como el de un párroco, con dos sillas para las visitas y una para él. A la salida de las grandes celebraciones, ya lo sabe todo el mundo, te lo podías encontrar en el metro. Tiene 76 años. A los 75 presentó su dimisión, como es habitual. Benedicto XVI la rechazó. Pero aquí se dice que Bergoglio ya había comentado que pensaba, una vez terminada su tarea como obispo, irse a vivir a una casa de reposo para sacerdotes mayores...
¿Cómo era la relación con «sus» sacerdotes?
De disponibilidad total. Y en la medida de lo posible, sin intermediarios. Le llamabas, y si no podía responder se ponía en contacto contigo inmediatamente después. No le gustaban mucho las cuestiones burocráticas: una vez me dijo que «mejor hacer las cosas y luego pedir perdón, antes que pedir primero permiso a la burocracia y perder tiempo...». Aquí no hay muchos sacerdotes. Sólo uno por parroquia. Pero él, en las llamadas villas miseria, las favelas de aquí, constituyó parroquias a las que envió tres o cuatro juntos, para sostenerse mutuamente. Apostó por estar presente entre los más desfavorecidos, entre los más pobres. Allí nacieron historias como la del padre Pepe, que tuvo que irse durante dos años porque estaba amenazado por los narcos: Bergoglio le defendió personalmente. En resumen, mucha vida y nada de ideología. Aquí, en Buenos Aires, entre los sacerdotes no existe polémica alguna entre progresistas y conservadores. Los sacerdotes, en general, están enamorados de Cristo y son misioneros de la fe. Y punto.
Lo describe como alguien que escucha a todos, pero que decide en soledad. ¿Es así, al menos por lo que usted conoce?
No es acaparador. Pregunta, pide opinión, se confronta. Pero quizá tiene cierta preferencia por los sencillos. Escucha mucho a los párrocos, más que a los intelectuales o superteólogos. Piensa que hay que reconquistar la simpatía hacia la Iglesia mostrando una sencillez y una paternidad, más que haciendo grandes discursos.
¿En qué cuestiones insistirá más?
En la fe en Jesús. Y en una sencillez de vida que reclame sólo a eso, sin muchos corolarios. A mí, por ejemplo, me ha llamado mucho la atención el reclamo continuo que ha hecho a su papel como obispo de Roma: quiere decir muchas cosas, pero también que quiere guiar a la Iglesia viviendo en un punto preciso, partiendo de una presencia concreta, no "gestionando problemas". Y luego hay otro reclamo permanente: «La Iglesia es el pastor y el pueblo, los dos juntos». Debemos construirla juntos.
Presentamos un texto sobre la persona del Cardenal Bergoglio, de Jorge Rouillon, Abogado y licenciado en periodismo, que recuerda un Jueves Santo con él:
Viene a mi memoria un sucedido de 1999. Hacía apenas un año que era arzobispo de Buenos Aires.
La puerta descascarada de la cárcel de Villa Devoto se abrió y un sacerdot de clergyman negro salió solo, con su portafolio, a la calle oscura. Era casi de noche, un Jueves Santo, e iba a tomar un ómnibus, el 109, para volver a su casa, en el centro de Buenos Aires. Salía de la cárcel donde había celebrado la misa para los internos y lavado los pies a doce de ellos. Había estado dos horas y media allí, conversando con los detenidos antes y después del oficio religioso.
En la vereda de esa calle desolada, al lado del enorme paredón de la cárcel, pude dialogar brevemente con él. "Quería que sintieran que la feligresía de Buenos Aires y Jesús estaban con ellos", comentó el sacerdote. Era el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, por entonces monseñor, dos años antes de ser hecho cardenal.
Cuando se iba, lo invité a volverse al centro en el auto del diario en el que yo había ido con un chofer. Agradeció pero dijo que se volvía en el ómnibus que pasaba por la esquina. Tuve que insistirle varias veces, diciéndole que íbamos para el mismo lado, hasta que finalmente aceptó subir.
Antes, en la vereda, deslizó en tono calmo, casi en voz baja: "Jesús en el Evangelio nos dice que en el día del Juicio vamos a tener que rendir cuentas de nuestro comportamiento: tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; estuve enfermo y me visitaste; estuve en la cárcel y me viniste a ver". Y señaló que "el mandato de Jesús nos obliga a todos y de una manera especial, al obispo, que es el padre de todos".
"Algunos podrán decir: son culpables -agregó Bergoglio-. Yo les respondo con la palabra de Jesús: el que no es culpable, que tire la primera piedra. Que cada uno de nosotros nos miremos en el corazón y descubramos nuestras culpas. Entonces, el corazón se nos hace más humano".
No hablamos demasiado en el viaje de vuelta con ese arzobispo poco dado a las entrevistas. Cosas normales, del momento. Al volver, pasamos cerca de un gran shopping e hizo un comentario al pasar sobre "los nuevos templos del consumismo".
No quiso que nos desviáramos unas pocas cuadras para dejarlo en la puerta de su casa. Se bajó en la calle peatonal Florida y se perdió entre la gente. Prefería ir caminando varias cuadras hasta la Curia aprovechando para meditar la tercera parte de los quince misterios del Rosario que reza todos los días. Luego iba a recorrer solo, a la noche, siete iglesias para adorar a Jesús Sacramentado, una costumbre que muchos católicos viven en la noche del Jueves Santo. Como cualquier otro fiel, el arzobispo iba a recorrer las iglesias sin que nadie lo esperara especialmente.
Al bajarse del auto me dijo: "Usted logró lo que no logró ningún periodista: tenerme apresado durante 40 minutos. Generalmente, yo les escapo". Seguramente no imaginaba entonces que unos años después iba a mantener una reunión, franca y amable, con unos 6.000 periodistas en Roma, a los que hablaría con soltura poco antes de otra Semana Santa.
Aquella noche, al despedirse, nos deseó, al cronista y al chofer: "¡Felices Pascuas!".
1.-Escucha. ¿De dónde nace el gesto de María de ir a su pariente Isabel? De una palabra del ángel de Dios: "También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez"... (Lc. 1,36). María sabe escuchar Dios. Atención: no es un simple "oír" superficial, sino es "la escucha", acto de atención, de acogida, de disponibilidad hacia Dios. No es el modo distraído con el cual nosotros nos ponemos delante del Señor o ante los otros: oímos las palabras, pero no escuchamos realmente. María está atenta a Dios, escucha a Dios.
Pero María escucha también los hechos, es decir lee los acontecimientos de su vida, está atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. La pariente Isabel, que es ya anciana, espera un hijo: éste es el hecho. Pero María está atenta al significado, lo sabe comprender: "porque no hay nada imposible para Dios"(Lc. 1,37).
Esto también vale en nuestra vida: escucha de Dios que nos habla, y también escucha de la realidad cotidiana, atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está en la puerta de nuestra vida y golpea en muchos modos, pone señales en nuestro camino; está en nosotros la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha también atenta de los acontecimientos de la vida.
2. Decisión. María no vive "de prisa", con preocupación, sino, como subraya san Lucas, " María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón" (cfr. Lc 2,19.51). Y también en el momento decisivo de la anunciación del ángel, Ella pregunta: "¿Cómo sucederá esto?" (Lc 1,34). Pero no se detiene ni siquiera en el momento de la reflexión; da un paso adelante: decide. No vive de prisa, sino sólo cuando es necesario "va sin demora". María no se deja llevar por los acontecimientos, no evita la fatiga de la decisión. Y esto sucede sea en la elección fundamental que cambiará su vida: María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho" (Cfr. Lc 1,38), sea en las decisiones más cotidianas, pero ricas también ellas de sentido. Me viene en mente el episodio de la bodas de Caná (cfr. Jn 2,1-11): aquí también se ve el realismo, la humanidad, lo concreto de María, que está atenta a los hechos, a los problemas; ve y comprende la dificultad de aquellos dos jóvenes esposos a los que viene a faltar el vino de la fiesta, reflexiona y sabe que Jesús puede hacer algo, y decide dirigirse al Hijo para que intervenga: "Ya no tienen vino" (cfr. v. 3).
En la vida es difícil tomar decisiones, a menudo tendemos a posponerlas, a dejar que otros decidan en nuestro lugar, a menudo preferimos dejarnos arrastrar por los acontecimientos, seguir la moda del momento; a veces sabemos lo que tenemos que hacer, pero no tenemos el coraje o nos parece demasiado difícil porque quiere decir ir contracorriente. María en la anunciación, en la Visitación, en las bodas de Caná va contracorriente; se pone a la escucha de Dios, reflexiona y busca comprender la realidad, y decide confiarse totalmente en Dios, decide visitar, aun estando embarazada, a la anciana pariente, decide confiarse al Hijo con insistencia, para salvar la alegría de la boda.
3. Acción. María salió de viaje y "fue sin demora"(cfr Lc 1,39). El domingo pasado subrayé este modo de hacer de María: a pesar de las dificultades, las críticas que habrá recibido por su decisión de partir, no se detuvo delante de nada. Y aquí parte "sin demora". En la oración, delante de Dios que habla, en reflexionar y meditar sobre los hechos de su vida, María no tiene prisa, no se deja tomar por el momento, no se deja arrastrar por los acontecimientos. Pero cuando tiene claro qué cosa Dios le pide, lo que tiene que hacer, no tarda, no retarda, sino que va "sin demora". San Ambrosio comenta: "la gracia del Espíritu Santo no comporta lentitudes" (Expos. Evang. sec. Lucam, II, 19: PL 15,1560). El actuar de María es una consecuencia de su obediencia a las palabras del ángel, pero unida a la caridad: va a Isabel para hacerse útil; y en este salir de su casa, de sí misma, por amor, lleva cuanto tiene de más precioso: Jesús; lleva a su Hijo.
A veces, también nosotros nos paramos a escuchar, a reflexionar sobre lo que deberíamos hacer, quizás también tenemos clara la decisión que tenemos que tomar, pero no pasamos a la acción. Y sobre todo no nos ponemos en juego a nosotros mismos moviéndonos "sin demora" hacia los otros para llevarles nuestra ayuda, nuestra comprensión, nuestra caridad; para también llevar nosotros como María, lo que tenemos de más precioso y que hemos recibido, Jesús y su Evangelio, con la palabra y sobre todo con el testimonio concreto de nuestro actuar.
Escucha, decisión, acción.
María, mujer de la escucha, abre nuestros oídos; haz que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre las mil palabras de este mundo; haz que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, cada persona que encontramos, especialmente aquella que es pobre, necesitada, en dificultad.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús, sin titubeos; dónanos el coraje de la decisión, de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan "sin demora" hacia los otros, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como tú, en el mundo la luz del Evangelio. Amén". (Traducción del italiano: Griselda Mutual, Radio Vaticano)
"Ustedes ahora aplauden porque es tiempo de bodas, pero cuando termine la luna de miel ¿qué sucederá?". Recordó que un seminarista decía "quiero servir a Cristo por diez años" y después iniciar otra vida.
"También nosotros estamos bajo la presión de la cultura del provisorio", recordó, me caso mientras dure el amor, soy monja o religioso pero no se que pasará. "Esto no va con Jesús" reiteró. Reconoció que "una elección definitiva hoy es más difícil que en mis tiempos! Porque "somos víctimas de una cultura de lo provisorio", e invitó a reflexionaran sobre como "no aceptar esta cultura".
Y sobre el tema recordó una poesía en español: "Esta tarde Señora la promesa es sincera, pero por las dudas no te olvides las llaves afuera". Y alertó que "si uno deja siempre la llave afuera no va, tenemos que aprender a cerrar la puerta desde adentro". Y recomendó que si no estoy seguro me tomo un tiempo y comunicando con Jesús, "cuando me siento seguro cierro la puerta".
La alegría
Comentando la alegría que se encontraba en la sala se preguntó: ¿La alegría de un seminarista nace de haber ido a bailar el fin de semana con los amigos? O se centra en el tener, por ejemplo en tener el último modelo de smart phone, o el escooter más rápido. El auto que se hace notar, "les digo verdaderamente, a mi me hace mal cuando veo a un cura o una monja con un auto último modelo. ¡No se puede!. El auto es necesario, pero uno más humilde "y si te gusta un auto lindo "piensa solamente a cuantos niños en el mundo mueren de hambre".
Precisó que la verdadera alegría no viene del tener, pero del encuentro de las relaciones con los otros, del sentirse amados y comprendidos. Porque la alegría nace de la gratuidad de un encuentro. La alegría "del encuentro con Jesús" y de "sentirse amados por Dios".
"Cuando uno se encuentra --prosiguió el santo padre-- con un seminarista o una novicia demasiado triste uno piensa algo aquí no funciona, porque falta la alegría del Señor, que lleva el servicio, del encuentro de Jesús que te lleva a encontrarse con los otros" y mencionó el dicho de santa Teresa "Un santo triste es un triste santo". E invitó a no ser de esos "con cara de pepinos en vinagre".
Fecundidad pastoral y celibato
El papa indicó: "Un cura o monja sin alegría es triste" e indicó un problema de insatisfacción. Profundizó que es un problema de celibato, porque los religiosos tienen que castos y al mismo tiempo fecundos, porque tienen que ser padres o madres de la propia comunidad.
Coherencia y autenticidad
El santo padre subrayó además la importancia de la coherencia y autenticidad, recordó como Jesús apaleaba a los hipócritas y la doble faz. "Si queremos jóvenes coherentes seamos nosotros coherentes" dijo.Hacer como san Francisco, recordó el santo padre, porque él invitaba a enseñar el evangelio, también con la palabra. O sea principalmente con la autenticidad de vida.
Pobreza
"En este mundo en que la riqueza hace tanto mal es necesario que nosotros seamos coherentes con nuestra pobreza". Cuando se ve que una institución o una parroquia piensa primero al dinero, no hace bien, es una incoherencia. Porque "es en nuestra vida que los otros tienen que leer el evangelio".
Transparencia con el confesor
Y el papa preguntó ¿hay aquí en el aula alguien que no haya nunca pecado? E invitó a tener transparencia con el confesor "y no tengan miedo de decir, padre he pecado". Porque "Jesús sabe la verdad y te perdona siempre pero quiere que le digas lo que Él ya sabe". Qué triste, constató, "cuando un sacerdote o monja peregrina en los confesionarios para esconder su verdad".
Preparación en diversas dimensiones de la vida
El pontífice invitó a prepararse culturalmente "para dar razón sobre la fe y la esperanza". El contexto en el que vivimos "nos pide dar las razones, no dar nada por descontado", dijo.
Vida comunitaria
Una preparación que una las diversas dimensiones de la vida, en particular la "vida espiritual, intelectual, apostólica, la vida comunitaria". Y precisó: "Es mejor el peor seminario que ningún seminario, porque es necesario la vida comunitaria".
No hablar mal de los otros
Recordó también las relaciones de amistad y fraternidad y del daño de los 'chismes' en una comunidad. Y esto en nuestro mundo clerical y religioso es común. También yo caí en eso, tantas veces y me avergüenzo de esto, no está bien, el ¿has oído? Es un infierno eso en una comunidad. Si tengo un problema con alguien se lo digo de frente y no por detrás.
Una vez una monja me dijo que había hecho la promesa al Señor de nunca hablar mal de los otros. Y si hay que decirlo hacerlo al superior. Nunca a quien no puede ayudar. Fraternidad.
Advirtió además del peligro de dos extremos: "sea el aislamiento que la disipación " y que la verdadera amistad evita esto.
Dos dimensiones: trascendencia y el prójimo
"Salgan ustedes para predicar el evangelio y para encontrar a Jesús" dijo. Una salida es la trascendencia y la otra es hacia los demás para anunciar a Jesús. Una sola no va.
Y recordó a madre Teresa de Calcunta que "no tenía miedo de nada", porque esa monja se arrodillaba dos horas delante del Señor".
Una Iglesia más misionera
Querría una iglesia más misionera y menos tranquila. Y recordó su emoción al saludar a religosos que están en lugares de evangelización. Den la contribución a una Iglesia fiel al camino de Jesús. No aprendan de nosotros, ese deporte que los viejos practicamos muchas veces, el del lamento, el culto de la diosa lamentación.
Y dio algunos consejos finales: Sean capaces de encontrar a las personas más desaventajadas; no tengan miedo de ir contra corriente; recen el rosario; tengan a la Virgen con ustedes en vuestra casa como el apóstol san Juan y recen también por mi, que soy un pobre pecador pero vamos adelante. Y concluyó invitando a no ser "ni solterones ni solteronas" sino a tener fecundidad apostólica
He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes. No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: «La paz de Cristo esté con ustedes»...
Es común entre ustedes oír decir a los padres: «Los hijos son la pupila de nuestros ojos». ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora.
Y, ¡atención! La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo. Es el ventanal y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio. Esto significa tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos. Con estas actitudes, anticipamos hoy el futuro que entra por el ventanal de los jóvenes.
Al concluir, ruego a todos la gentileza de la atención y, si es posible, la empatía necesaria para establecer un diálogo entre amigos. En este momento, los brazos del Papa se alargan para abrazar a toda la nación brasileña, en el complejo de su riqueza humana, cultural y religiosa. Que desde la Amazonia hasta la pampa, desde las regiones áridas al Pantanal, desde los pequeños pueblos hasta las metrópolis, nadie se sienta excluido del afecto del Papa. Pasado mañana, si Dios quiere, tengo la intención de recordar a todos ante Nuestra Señora de Aparecida, invocando su maternal protección sobre sus hogares y familias. Y, ya desde ahora, los bendigo a todos. Gracias por la bienvenida.
¡La vigilancia! Tres criterios, ¡eh! No confundir la verdad.
Jesús lucha contra el diablo: primer criterio.
Segundo criterio: quien no está con Jesús, está contra Jesús. No hay enseñanzas a medias.
Tercer criterio: la vigilancia de nuestro corazón, porque el demonio es astuto. ¡Nunca se le expulsa para siempre!Sólo lo será el último día».
Si un cristiano "se convierte en discípulo de la ideología ha perdido la fe", lo dijo el Papa Francisco en la misa en la Casa de Santa Marta. El Obispo de Roma puso en guardia a los cristianos de la actitud de tener "la llave en el bolsillo y la puerta cerrada, y reiteró que si no hay oración, se abandona la fe y se cae en la ideología y en el moralismo".
"¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia!" El Santo Padre desarrolló su homilía partiendo de la advertencia de Jesús de la que habla el Evangelio de hoy. El Papa actualizó esta advertencia. "Cuando vamos por la calle y nos encontramos una iglesia cerrada - dijo - sentimos algo extraño", porque "una iglesia que esté cerrada, no se entiende". "A veces," subrayó, "se nos dan explicaciones" que no son tales: "son pretextos, son justificaciones, pero la realidad es que la iglesia está cerrada y la gente que pasa no puede entrar". Y, peor aún, "el Señor que está dentro no puede salir". Hoy, agregó el Pontífice, Jesús habla de esta "imagen de la clausura", es "la imagen de los cristianos que tienen la llave, pero la ocultan, no abren la puerta". Peor aún, "se detienen en la puerta" y "no dejan entrar", y al hacerlo, "ni siquiera ellos entran". La "falta de testimonio cristiano - observó - hace esto" y "cuando ese cristiano es un sacerdote, un obispo o un Papa es peor". Pero, se preguntó Francisco, ¿cómo es que un "cristiano cae en esta actitud de llave en el bolsillo y puerta cerrada?".
"La fe pasa, por así decirlo, por un alambique y se convierte en ideología. Y la ideología no convoca. En las ideologías no está Jesús: su ternura, su amor, su docilidad. Y las ideologías son rígidas, siempre. Ideologías de todo tipo: rígidas. Y cuando un cristiano se convierte en discípulo de la ideología, ha perdido la fe: no es más un discípulo de Jesús, es un discípulo de esta actitud de pensamiento, de esto... Y por esto Jesús les dice: 'Ustedes se han llevado la llave de la ciencia'. El conocimiento de Jesús es transformado en un conocimiento ideológico e incluso moralista, porque estos cerraban la puerta con tantas prescripciones".
Jesús nos lo dijo, continuó el Papa: "Ustedes cargan sobre los hombros de la gente tantas cosas, pero sólo una es necesaria". Y esto es el proceso "espiritual, mental" de los que quieren la llave en el bolsillo y la puerta cerrada:
"La fe se convierte en ideología y la ideología asusta, la ideología ahuyenta a la gente, aleja, aleja a la gente y aleja a la Iglesia de la gente. Es una enfermedad grave, la de los cristianos ideológicos. Es una enfermedad, pero no es nueva, ¿eh? Ya el apóstol Juan en su primera carta, hablaba de esto. Los cristianos que pierden la fe y prefieren las ideologías. Su actitud es: volverse rígidos, moralistas, especialistas en ética, pero sin bondad. La pregunta puede ser ésta, ¿no? ¿Por qué un cristiano puede volverse así? ¿Qué sucede en el corazón de aquel cristiano, de aquel sacerdote, de aquel obispo, de aquel Papa, que se vuelve así? Simplemente una cosa: aquel cristiano no ora. Y si no hay oración, tu siempre cierras la puerta".
"La llave que abre la puerta a la fe - anotó el Papa- es la oración". Y advirtió: "Cuando un cristiano no ora sucede esto. Y su testimonio es un testimonio soberbio". "El que no ora es un soberbio, es un orgulloso, es uno seguro de sí mismo. No es humilde. Busca la propia promoción". En cambio, afirmó, "cuando un cristiano ora, no se aleja de la fe, habla con Jesús". Y, puntualizó "digo orar, no digo decir oraciones, porque estos maestros de la ley decían tantas oraciones" para hacerse ver. En cambio, Jesús dice: " Cuando ores, entra en tu habitación y ora al Padre en secreto, de corazón a corazón". "Una cosa - dijo el Papa - es orar, y otra cosa es decir oraciones".
"Estos no oran, abandonan la fe y la transforman en ideología moralista, la casuística, sin Jesús. Y cuando un profeta o un buen cristiano los reprende, hacen lo mismo que hicieron con Jesús: 'Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas -son insidiosos- para sorprenderlo en alguna afirmación'. Ellos no son transparentes. Pobrecitos, son gente manchada por la soberbia. Pidamos al Señor la gracia, primero: de no dejar de orar, para no perder la fe: permanecer humildes, y así no nos cerraremos, gente que cierra el camino al Señor"
La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".
Por los padres difuntos
Oremos: Oh, Dios que nos mandaste honrar al padre y a la madre, apiádate clemente de las almas de nuestros padres, y perdónales sus pecados; y haz que los veamos en el gozo de la eterna caridad. Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.
Por todos los fieles difuntos
Oremos: Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, concede a las almas de tus siervos y siervas el perdón de todos los pecados, para que consigan por nuestras piadosas suplicas la indulgencia que siempre desearon. Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
INDULGENCIAS
Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que, el día en que se celebra la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, visiten piadosamente una iglesia u oratorio. En esta piadosa visita, se debe rezar un Padrenuestro y Credo.
Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que visiten piadosamente un cementerio (aunque sea mentalmente) y que oren por los difuntos entre el 1 y el 8 de noviembre.
Para ganar una indulgencia plenaria, además de querer evitar cualquier pecado mortal o venial, hace falta cumplir tres condiciones:
-Confesión sacramental
-Comunión Eucarística y
-Oración por las intenciones del Papa.
Con motivo del nuevo Plan Diocesano de Pastoral, se nos invita a reflexionar en la parroquia como casa de comunión, de caridad, de la Palabra y casa siempre abierta.
La imagen de la casa y del hogar es muy sugestiva, ya que nos habla de familia, de confianza, de ayuda mutua, de protección.
Aprovechamos esta reflexión, para presentar algunas indicaciones del Papa al respecto:
-LA IGLESIA, HOSPITAL DE CAMPAÑA:
«Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas... Y hay que comenzar por lo más elemental».
Esta idea pone en relieve la dimensión caritativa de la Iglesia en nuestro tiempo: saber atender, recoger y consolar a los heridos.
-BASTA DE MURMURAR:
"No sabéis el mal que hace a la Iglesia, a las parroquias, a las comunidades la murmuración: hace daño, la murmuración hiere. Pero un cristiano... antes de murmurar debe morderse la lengua. ¿Sí o no? ¡Debe morderse la lengua! Eso le hará bien porque la lengua se hincha y así no puede hablar y no puede murmurar"
Evitar la crítica y la murmuración es un buen modo de cuidar la comunión en la parroquia, en la familia y en cualquier realidad humana.
-NO IDEOLOGIZAR EL EVANGELIO:
"Si no hay oración, se abandona la fe y se cae en la ideología y en el moralismo... La fe se convierte en ideología y la ideología asusta, la ideología ahuyenta a la gente, aleja, aleja a la gente y aleja a la Iglesia de la gente. Es una enfermedad grave, la de los cristianos ideológicos... Los cristianos que pierden la fe y prefieren las ideologías. Su actitud es: volverse rígidos, moralistas, especialistas en ética, pero sin bondad."
Con fuerza, el Papa ha insistido en el peligro de deformar el Evangelio a base de ideologización.
-LA IGLESIA SIEMPRE ABIERTA:
"Una iglesia que esté cerrada, no se entiende...y la gente que pasa no puede entrar...y el Señor que está dentro no puede salir".
En más de una ocasión, el Papa Francisco ha insistido en que prefiere una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma.
-CONFESARNOS PECADORES:
«Algunos dicen: 'Ah, yo me confieso con Dios'. Esto es fácil, es como confesarte por e-mail, ¿no? Dios está allá, lejos, yo le digo las cosas y no hay un cara a cara. Pablo confiesa su debilidad a los hermanos, cara a cara. Otros dicen: 'No, yo me confieso', pero se confiesan de tantas cosas etéreas, tan en el aire, que no concretan nada. Esto es lo mismo que no hacerlo. Confesar nuestros propios pecados no es ir a un sillón del psiquiatra, ni ir a una sala de tortura: es decir al Señor: 'Señor, soy un pecador', pero decirlo a través del hermano, para que esta afirmación sea eficaz. 'Y soy un pecador por esto, por esto y por esto».
El Papa ha advertido en más de una ocasión del peligro del puritanismo, de no reconocerse necesitado y pecador. De ahí, la necesidad del perdón.
"Es preciso que Él reine"
Para adentrarnos en esta fiesta, proponemos unas palabras del Papa Francisco a próposito de la realeza de Cristo en la consideración de la entrada de Jesús en Jerusalén:
"¿Qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene ese sentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador.
Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado...; entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz.
Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí... ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo, lo debe dejar. Mi abuela nos decía a los niños: El sudario no tiene bolsillos. Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y también –cada uno lo sabe y lo conoce– nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho él aquel día de su muerte." (Papa Francisco)
La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización.Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión.