DOMINGO DE RAMOS
La conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén nos introduce en la Semana Santa al preguntarnos sobre el Señor: ¿Qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene ese sentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí... ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Papa Francisco
JUEVES SANTO
Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.
Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.
En la liturgia de la Misa de la Cena del Señor hay dos elementos singulares, que manifiestan la grandeza de la Sagrada Eucaristía: por un lado, el lavatorio de pies; y, por otro, la procesión y reserva del Santísimo Sacramento.
En su homilía del año pasado explicaba el Papa Francisco respecto al lavatorio de pies: " Él es el más importante y lava los pies porque, entre nosotros, el que está más en alto debe estar al servicio de los otros. Y esto es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies es: «yo estoy a tu servicio». Y también nosotros, entre nosotros, no es que debamos lavarnos los pies todos los días los unos a los otros, pero entonces, ¿qué significa? Que debemos ayudarnos, los unos a los otros". Y, así, proponía una pregunta: «¿Estoy verdaderamente dispuesta o dispuesto a servir, a ayudar al otro?». Pensemos esto, solamente. Asímismo, veía este rito como una caricia divina: Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, que Él hace, porque Jesús ha venido precisamente para esto, para servir, para ayudarnos.
Respecto a la procesión y reserva, explicaba el entonces Cardenal Ratzinger: "La procesión del Jueves Santo es, por definición, escolta de la Sagrada Forma, caminar con el Señor que se entrega por nosotros".
Benedicto XVI nos explicaba el significado de la Reserva Eucarística de este día:
"Este día singular, que evoca grandes misterios, concluye con la Adoración eucarística, en recuerdo de la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní."
VIERNES SANTO
Mirad el árbol de la Cruz,
donde estuvo clavada
la salvación del mundo.
El Viernes santo, que conmemora los acontecimientos que van desde la condena a muerte hasta la crucifixión de Cristo, es un día de penitencia, de ayuno, de oración, de participación en la pasión del Señor. La asamblea cristiana, en la hora establecida, vuelve a recorrer, con la ayuda de la palabra de Dios y de los gestos litúrgicos, la historia de la infidelidad humana al designio divino, que sin embargo precisamente así se realiza, y vuelve a escuchar la narración conmovedora de la dolorosa pasión del Señor.
Luego dirige al Padre celestial una larga "oración de los fieles", que abarca todas las necesidades de la Iglesia y del mundo. Seguidamente, la comunidad adora la cruz y recibe la Comunión eucarística, consumiendo las especies sagradas conservadas desde la misa in Coena Domini del día anterior. (...)
Benedicto XVI,Audiencia General, 4 de abril de 2007
Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es ante todo aquella del dolor y de la muerte, sino la del amor y del don de sí que trae vida. Es entrar en la lógica del Evangelio. Seguir, acompañar a Cristo, permanecer con Él exige un «salir». Salir de sí mismos, de un modo de vivir la fe cansado y rutinario, de la tentación de cerrarse en los propios esquemas que terminan por cerrar el horizonte de la acción creativa de Dios. Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros, puso su tienda entre nosotros para traernos su misericordia que salva y dona esperanza. También nosotros, si queremos seguirle y permanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos «salir», buscar con Él a la oveja perdida, aquella más alejada. Recordad bien: salir de nosotros, como Jesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús y Jesús salió de sí mismo por todos nosotros. Papa Francisco
SÁBADO SANTO
El Sábado santo se caracteriza por un gran silencio. Las Iglesias están desnudas y no se celebran liturgias particulares. En este tiempo de espera y de esperanza, los creyentes son invitados a la oración, a la reflexión, a la conversión, también a través del sacramento de la reconciliación, para poder participar, íntimamente renovados, en la celebración de la Pascua. BENEDICTO XVI, 13 DE MARZO DE 2010
VIGILIA PASCUAL
La Vigilia pascual es la mayor de las celebraciones del año litúrgico, y como tal debe vivirse y presentarse a los fieles.
La Vigilia Pascual está estructurada por la liturgia de la luz (con la bendición del fuego y del cirio pascual), la liturgia de la Palabra (donde se hace memoria de los grandes momentos de la historia de la Salvación), la liturgia bautismal (con la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales) y la liturgia eucarística (culmen de la liturgia).
A partir de la Noche Santa la Iglesia vive y manifiesta, con unos signos más festivos y extraordinarios que habitualmente, como un anticipo de la vida futura y de aquella felicidad en la que cree y en la que espera compartir, ya sin velos ni figuras ni sombras, la VIDA DEL RESUCITADO.
Una idea recurrente en el pensamiento del Papa Francisco es la grandeza y valor de los ancianos. En el encuentro de la Renovación Carismática en el Estadio Olímpico de Roma decía:
"Decía a Salvador que tal vez falta alguno, tal vez los más importantes: faltan los abuelos. Faltan los ancianos, y ellos son la seguridad de nuestra fe, los «viejos». Mirad, cuando María y José llevaron a Jesús al Templo, había dos; y cuatro veces, si no cinco –no me acuerdo bien- el Evangelio dice que «fueron llevados por el Espíritu Santo». De María y José en cambio dicen que fueron llevados por la Ley. Los jóvenes deben cumplir la Ley, los ancianos –como el buen vino– tienen la libertad del Espíritu Santo. Y así este Simeón, que era valiente, inventó una «liturgia», y alababa a Dios, alababa... y era el Espíritu el que lo empujaba a hacer esto. ¡Los ancianos! Son nuestra sabiduría, son la sabiduría de la Iglesia; los ancianos que tantas veces nosotros descartamos, los abuelos, los ancianos... Y aquella abuelita, Ana, hizo algo extraordinario en la Iglesia: ¡canonizó las murmuraciones! ¿Y cómo lo hizo? Así: porque en vez de murmurar contra alguien, iba de una parte a otra diciendo [de Jesús]: «Es este, es este el que nos salvará». Y esta es una cosa buena. Las abuelas y los abuelos son nuestra fuerza y nuestra sabiduría. Que el Señor nos dé siempre ancianos sabios. Ancianos que nos den la memoria de nuestro pueblo, la memoria de la Iglesia. Y nos den también lo que de ellos nos dice la Carta a los Hebreos: el sentido de la alegría. Dice que los ancianos, estos, saludaban las promesas de lejos: que nos enseñen esto. "
Asimismo, se dirigía a los jóvenes, las familias y los enfermos.
A los jóvenes: Sería triste que un joven guarde su juventud en una caja fuerte: así esta juventud se hace vieja, en el peor sentido de la palabra; se convierte en un trapo; no sirve para nada. La juventud es para arriesgarla: arriesgarla bien, arriesgarla con esperanza. Es para apostarla por cosas grandes. La juventud es para darla, para que otros conozcan al Señor. No guardéis para vosotros vuestra juventud: ¡adelante!
A las familias: Las familias son la Iglesia doméstica, en donde Jesús crece, crece en el amor de los cónyuges, crece en la vida de los hijos. Y por eso el enemigo ataca tanto a la familia: el demonio no la quiere. E intenta destruirla, busca que no haya amor allí. Las familias son esta Iglesia doméstica. Los esposos son pecadores, como todos, pero desean ir adelante en la fe, en su fecundidad, en los hijos y en la fe de los hijos. Que el Señor bendiga la familia, la fortalezca en esta crisis con la que el diablo quiere destruirla.
A los discapacitados: Los hermanos y hermanas que sufren, que tienen una enfermedad, que están discapacitados, son hermanos y hermanas unidos por el sufrimiento de Jesucristo, imitan a Jesús en el difícil momento de su cruz, de su vida. Esta unción del sufrimiento la llevan adelante por toda la Iglesia. Muchas gracias, hermanos y hermanas; muchas gracias por vuestro aceptar y estar unidos en el sufrimiento. Muchas gracias por la esperanza que testimoniáis, esa esperanza que nos lleva adelante buscando la caricia de Jesús.
-Cuando confieso a los jóvenes esposos y me hablan de los hijos, hago siempre una pregunta: «¿Y tú tienes tiempo para jugar con tus hijos?». Y muchas veces escucho del papá: «Pero, padre, yo cuando voy a trabajar por la mañana, ellos duermen, y cuando regreso, a la noche, están en la cama, duermen». ¡Esto no es vida! Es una cruz difícil. No es humano.
-Nuestros niños, nuestros muchachos sufren de orfandad. Los jóvenes están huérfanos de un camino seguro para recorrer, de un maestro de quien fiarse, de ideales que caldeen el corazón, de esperanzas que sostengan el cansancio del vivir cotidiano. Son huérfanos, pero conservan vivo en su corazón el deseo de todo esto. Esta es la sociedad de los huérfanos. Pensemos en esto, es importante. Huérfanos, sin memoria de familia: porque, por ejemplo, los abuelos están lejos, en residencias, no tienen esa presencia, esa memoria de familia; huérfanos, sin afecto de hoy, o un afecto con demasiada prisa: papá está cansando, mamá está cansada, se van a dormir... Y ellos quedan huérfanos. Huérfanos de gratuidad: lo que decía antes, esa gratuidad del papá y de la mamá que saben perder el tiempo para jugar con los hijos. Necesitamos el sentido de la gratuidad: en las familias, en las parroquias, en toda la sociedad. Y cuando pensamos que el Señor se ha revelado a nosotros en la gratuidad, es decir, como Gracia, la cuestión es mucho más importante. Esa necesidad de gratuidad humana, que es como abrir el corazón a la gracia de Dios. Todo es gratis: Él viene y nos da su gracia. Pero si nosotros no tenemos el sentido de la gratuidad en la familia, en la escuela, en la parroquia nos será muy difícil entender qué es la gracia de Dios, esa gracia que no se vende, que no se compra, que es un regalo, un don de Dios: es Dios mismo.
-Conversión no es fácil, porque es cambiar la vida, cambiar de método, cambiar muchas cosas, incluso cambiar el alma. Pero este camino de conversión nos dará la identidad de un pueblo que sabe engendrar a los hijos, no un pueblo estéril. Si nosotros como Iglesia no sabemos engendrar hijos, algo no funciona. El desafío mayor de la Iglesia hoy es convertirse en madre: ¡madre! No una ong bien organizada, con muchos planes pastorales... Los necesitamos, ciertamente... Pero eso no es lo esencial, eso es una ayuda. ¿A qué ayuda? A la maternidad de la Iglesia. Si la Iglesia no es madre, es feo decir que se convierte en una solterona, pero se convierte en una solterona. Es así: no es fecunda. No sólo engendra hijos la Iglesia, su identidad es dar vida a los hijos, es decir, evangelizar, como dice Pablo VI en laEvangelii nuntiandi. La identidad de la Iglesia es esta: evangelizar, es decir, engendrar hijos.
-Es un envejecimiento que... creo...de fuga de la vida comunitaria, esto es verdad: el individualismo nos lleva a la fuga de la vida comunitaria, y esto hace envejecer a la Iglesia. Vamos a visitar una institución que ya no es madre, nos da una cierta identidad, como el equipo de fútbol: «Soy de este equipo, soy aficionado de la católica». Y esto sucede cuando tiene lugar la fuga de la vida comunitaria, la fuga de la familia. Debemos recuperar la memoria, la memoria de la Iglesia que es pueblo de Dios. A nosotros hoy nos falta el sentido de la historia. Tenemos miedo del tiempo: nada de tiempo, nada de itinerarios, nada, nada. ¡Todo ahora! Estamos en el reino del presente, de la situación. Sólo este espacio, este espacio, este espacio, y nada de tiempo. También en la comunicación: luces, el momento, celular, el mensaje... El lenguaje más abreviado, más reducido. Todo se hace deprisa, porque somos esclavos de la situación. Recuperar la memoria en la paciencia de Dios, que no tuvo prisa en su historia de salvación, que nos ha acompañado a lo largo de la historia, que prefirió la historia larga por nosotros, de tantos años, caminando con nosotros.
-Una madre es tierna, sabe acariciar. Pero cuando nosotros vemos a la pobre gente que va a la parroquia con esto, con aquello otro y no sabe cómo moverse en este ambiente, porque no va con frecuencia a la parroquia, y encuentra una secretaria que grita, que cierra la puerta: «No, usted para hacer esto tiene que pagar esto, esto y esto. Y tiene que hacer esto y esto... Tome este papel y tiene que hacer...». Esta gente no se siente en la casa de mamá. Tal vez se siente en la administración, pero no en la casa de la madre. Y las secretarias, ¡las nuevas «hostiarias» de la Iglesia! Pero secretaria parroquial quiere decir abrir la puerta de la casa de la madre, no cerrarla. Y se puede cerrar la puerta de muchas maneras.
-La gente que viene sabe, por la unción del Espíritu Santo, que la Iglesia custodia el tesoro de la mirada de Jesús. Y nosotros debemos ofrecerlo a todos. Cuando llegan a la parroquia , ¿qué actitud debemos tener? Debemos acoger siempre a todos con corazón grande, como en familia, pidiendo al Señor que nos haga capaces de participar en las dificultades y en los problemas que a menudo los muchachos y los jóvenes encuentran en su vida.
-Debemos tener el corazón de Jesús, quien «al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36). Al ver a las muchedumbres, sintió compasión. A mí me gusta soñar una Iglesia que viva la compasión de Jesús. Compasión es «padecer con», sentir lo que sienten los demás, acompañar en los sentimientos. Es la Iglesia madre, como una madre que acaricia a sus hijos con la compasión. Una Iglesia que tenga un corazón sin confines, pero no sólo el corazón: también la mirada, la dulzura de la mirada de Jesús, que a menudo es mucho más elocuente que tantas palabras. Las personas esperan encontrar en nosotros la mirada de Jesús, a veces sin ni siquiera saberlo, esa mirada serena, feliz, que entra en el corazón.
-Debemos replantearnos cuán acogedoras son nuestras parroquias, si los horarios de las actividades favorecen la participación de los jóvenes, si somos capaces de hablar su lenguaje, de captar incluso en otros ambientes (como por ejemplo en el deporte, en las nuevas tecnologías) las ocasiones para anunciar el Evangelio.
¿Qué es la familia? Más allá de sus acuciantes problemas y sus necesidades perentorias, la familia es un "centro de amor", donde reina la ley del respeto y la comunión, capaz de resistir los embates de la manipulación y la dominación de los "centros de poder" mundanos. En el hogar familiar, la persona se integra natural y armónicamente en un grupo humano, superando la falsa oposición entre individuo y sociedad. En el seno de la familia no se descarta nadie: tanto el anciano como el niño hallan acogida. La cultura del encuentro y el diálogo, la apertura a la solidaridad y a la trascendencia tienen en ella su cuna.
Por eso la familia constituye una gran "riqueza social" (cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 44). En este sentido, quisiera subrayar dos aportes primordiales: la estabilidad y la fecundidad.
Las relaciones basadas en el amor fiel, hasta la muerte, como el matrimonio, la paternidad, la filiación o la hermandad, se aprenden y se viven en el núcleo familiar. Cuando esas relaciones forman el tejido básico de una sociedad humana, le dan cohesión y consistencia. Pues no es posible formar parte de un pueblo, sentirse prójimo, tener en cuenta a los más alejados y desfavorecidos, si en el corazón del hombre están fracturadas esas relaciones básicas, que le ofrecen seguridad en su apertura a los demás.
Además, el amor familiar es fecundo, y no sólo porque engendra nuevas vidas, sino porque amplía el horizonte de la existencia, genera un mundo nuevo; nos hace creer contra toda desesperanza y derrotismo, que una convivencia basada en el respeto y en la confianza es posible. Frente a una visión materialista del mundo, la familia no reduce el hombre al estéril utilitarismo, sino que da cauce a sus deseos más profundos.
Finalmente, quisiera deciros que, desde la experiencia del amor familiar, el hombre crece también en su apertura a Dios como Padre. Por eso, el Documento de Aparecida indicó que la familia no debe ser considerada sólo objeto de evangelización, sino también agente evangelizador (cf. nn. 432, 435). En ella se refleja la imagen de Dios que en su misterio más profundo es una familia y, de este modo, permite ver el amor humano como signo y presencia del amor divino (Lumen fidei, 52). En la familia la fe se mezcla con la leche materna. Por ejemplo, ese sencillo y espontáneo gesto de pedir la bendición, que se conserva en muchos de nuestros pueblos, recoge perfectamente la convicción bíblica de que la bendición de Dios se transmite de padres a hijos.
Conscientes de que el amor familiar ennoblece todo lo que hace el hombre, dándole un valor añadido, es importante animar a las familias a que cultiven relaciones sanas entre sus miembros, a que sepan decirse unos a otros "perdón", "gracias", "por favor", y a dirigirse a Dios con el hermoso nombre de Padre.
Para celebrar la santa Misa, el sacerdote se reviste con diversos ornamentos para representar a Jesucristo.
Los ornamentos son cinco: El amito, el alba, el cíngulo, la estola y la casulla. En la forma extraordinaria también se usa el manípulo.
Los más usados son:
• Alba: es una túnica blanca, es lo primero que se pone.
• Cíngulo: es un cordón que se pone en la cintura y se usa como un cinto
• Estola: es una especie de banda que el sacerdote se coloca sobre los hombros
• Casulla: es como una capa que se coloca encima de toda la ropa
Estos signos manifiestan diversas virtudes de Cristo y, que necesitamos, para la vida cristiana. Las oraciones que las acompañan al revestirlos así lo indican.
-AMITO: indica recogimiento interior y exterior, en especial, del sentido de la vista.
-ALBA: significa pureza de corazón. Recuerda, además, la vestimenta bautismal, por la cual, fuimos revestidos de Cristo.
-CÍNGULO: indica la castidad con la cual debemos alejar todo lo que puede atentar contra la vocación fundamental al amor.
-ESTOLA: manifiesta la dignidad a que Jesús nos ha alcanzado después del primer pecado.
-CASULLA: significa el amor que debemos a la Cruz; la caridad a Dios y al prójimo, y el peso de las almas.
-MANÍPULO: indica las virtudes de mortificación y paciencia.
Además, la capa pluvial nos habla del vestido de gloria y de inmortalidad con que Jesús vestirá nuestros cuerpos después de resucitados.
El objetivo principal de estos signos litúrgicos es percatarse de que el sacerdote es instrumento de Cristo. Así, estos ornamentos ayudan a que el sacerdote desaparezca, para que Cristo resplandezca. Así, externamente se manifiesta lo que ocurre sacramentalmente: el sacerdote actua "in persona Christi".
Los hábitos de los religiosos tienen elementos comunes o similares a los ornamentos sacerdotales; por ejemplo, el amito tiene relación con la capucha de los frailes y el velo de las religiosas; el cíngulo es similar al cordón o cintura de los hábitos y demás.
El profesor Ratzinger explicaba que el Señor no sólo viene un momento, sino que permanece y, por tanto, recibir al Señor se prolonga más allá de la Misa:
"¿Qué quiere decir recibir al Señor? Nunca se trata solamente de un proceso corporal, como cuando ingiero un trozo de pan. Por eso nunca puede tratarse aquí solo de los sucedido en un momento. Recibir a Cristo significa acceder a él, adorarlo. Por esta razón la comunión puede extenderse más allá del momento de la celebración eucarística, incluso tiene que hacerlo. A medida que la Iglesia ha profundizado más en el misterio eucarístico, ha comprendido cada vez mejor que la comunión no puede celebrarse por completo en los solos minutos destinados a la Misa. Solamente cuando la vela del Santísimo se encendió en las iglesias y el sagrario fue colocado junto al altar, germinaron simultáneamente los brotes del misterio y la plenitud del misterio eucarístico fue asumida por la Iglesia. Allí está siempre el Señor... En el edificio de la iglesia está siempre la Iglesia, porque el Señor siempre se regala, porque el misterio eucarístico permanece, y porque nosotros, al acercarnos a él, estamos incluidos continuamente en el culto de toda la Iglesia que cree, ora y ama."
A propósito de la vitalidad de la iglesia, el Cardenal Ratzinger escribía palabras con expresiones similares al Papa Francisco:
"Todos sabemos cuál es la diferencia que hay entre una iglesia impregnada por la oración y una iglesia convertida en museo. Hoy nos encontramos ante el gran peligro de que nuestras iglesias lleguen a ser museos y que suceda con ellas como con los museos: si no están cerrados son desvalijados. Ya no hay vida en ellas. La medida de la vitalidad de la iglesia, el grado de su apertura interna, se manifiesta en que puede tener sus puertas abiertas, ya que es una iglesia impregnada por la oración."
Espero lío. Que acá dentro va a haber lío va a haber, que acá en Río va a haber lío va a haber, pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos, las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir, sino salen se convierten en una ONG ¡y la Iglesia no puede ser una ONG!Que me perdonen los obispos y los curas, si alguno después le arma lío a ustedes, pero es el consejo. Gracias por lo que puedan hacer.
Miren, yo pienso que en este momento esta civilización mundial se pasó de 'rosca', se pasó de 'rosca', porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos.
Exclusión de los ancianos, por supuesto, porque uno podría pensar que podría haber una especie de eutanasia escondida es decir, no se cuida a los ancianos pero también está una eutanasia cultural. No se los deja hablar, no se los deja actuar. Exclusión de los jóvenes, el porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo y sin empleo es muy alto y es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo, o sea esta civilización nos ha llevado a excluir dos puntas que son el futuro nuestro.
Entonces los jóvenes tienen que salir, tienen que hacerse valer, los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores, a luchar por esos valores, y los viejos abran la boca, los ancianos abran la boca y enséñennos, transmítannos la sabiduría de los pueblos.
En el pueblo argentino, yo se los pido de corazón a los ancianos, no claudiquen de ser la reserva cultural de nuestro pueblo que transmite la justicia, que transmite la historia, que trasmite los valores, que transmite la memoria de pueblo. Y ustedes, por favor, no se metan contra los viejos, déjenlos hablar, escúchenlos y lleven adelante. Pero sepan, sepan que en este momento ustedes los jóvenes y los ancianos están condenados al mismo destino: exclusión. No se dejen excluir, ¿está claro? Por eso creo que tienen que trabajar.
Y la fe en Jesucristo no es broma, es algo muy serio. Es un escándalo que Dios haya venido a hacerse uno de nosotros, es un escándalo, y que haya muerto en la cruz, es un escándalo, el escándalo de la cruz. La cruz sigue siendo escándalo pero es el único camino seguro, el de la cruz, el de Jesús, la encarnación de Jesús.
Por favor, ¡no licúen la fe en Jesucristo!, hay licuado de naranja, hay licuado de manzana, hay licuado de banana pero, por favor, ¡no tomen licuado de fe!
¡La fe es entera, no se licúa, es la fe en Jesús!, es la fe en el hijo de Dios hecho hombre que me amó y murió por mí.
Entonces hagan lío, cuiden los extremos del pueblo que son los ancianos y los jóvenes, no se dejen excluir y que no excluyan a los ancianos, segundo, y no licúen la fe en Jesucristo.
Las bienaventuranzas. ¿Qué tenemos que hacer padre?, Mira lee las bienaventuranzas que te van a venir bien y si querés saber qué cosa práctica tienes que hacer, lee Mateo 25 que es el protocolo con el cual nos van juzgar. Con esas dos cosas tienen el programa de acción: las bienaventuranzas y Mateo 25 no necesitan leer otra cosa, se los pido de corazón.
Presentamos algunas consideraciones del Cardenal Bergoglio sobre el valor único y trascendente del hombre, en relación a la crisis.
UNA ATROPOLOGÍA CRISTIANA: UNA ANTROPOLOGÍA DE LA TRASCENDENCIA.
La verdadera medida de lo que somos no se calcula solamente en relación con un orden dado por factores naturales, biológicos, ecológicos, hasta sociales; sino en el lazo misterioso que, sin liberarnos de nuestra solidaridad con la creación de la cual formamos parte, nos emparenta con el Creador para no ser simplemente "parte" del mundo sino "culminación" del mismo. La Creación "se trasciende" en el hombre, imagen y semejanza de Dios. Porque el hombre no es sólo Adán; es ante todo Cristo, en quien fueron creadas todas las cosas, primero en el designio divino.
ANTROPOLOGIA DE LA INTRASCENDENCIA
Con la misma vara con que se mide cualquier objeto, se puede medir a una persona. Se calculan "gastos", "daños colaterales", "costos"... que solamente empiezan a "trascender" en las decisiones cuando los números abultan; demasiados desocupados, demasiados muertos, demasiados pobres, demasiados desescolarizados.
NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y AL DINERO
"No se puede servir a Dios y al dinero". No se trata sólo de una cuestión de ascesis personal, de un ítem junto a otros para el examen de conciencia. El dinero es la "medida universal de todas las cosas" en el mundo moderno. Todo tiene un precio. El valor intrínseco de cada cosa se uniforma en un signo numérico. ¿Recuerdan que hace ya varios años se decía que desde el punto de vista económico era lo mismo producir tanques o caramelos, mientras los números fueran iguales? Del mismo modo, sería lo mismo vender drogas o libros, si los números cierra. Si la medida del valor es un número, todo da lo mismo mientras el número no varíe. La medida de cada ser humano es Dios, no el dinero. Eso es lo que quiere decir "dignidad trascendetne". Las personas no se pueden "contar" ni contabilizar". No hay reducción posible de la persona a un denominador común (numérico o como se quiera) entre sí y con otras cosas del mundo.
Cada uno es único. Todos importan totalmente y singularmente. Todos nos deben importar.
EL MERCADO
No se trata de demonizar el Mercado como una cierta forma de organizar nuestros intercambios y pensar el mundo de la economía. Pero el problema es que la idea de "Mercado", casi en su origen, no alude a otra coas que a muchísima gente comprando y vendiendo. Todo lo que no sea comprar o vender, no forma parte de él. El problema