El Santo Padre comentó el evangelio de la fiesta de Santo Tomás Apóstol, y afirmó que para encontrar al Dios vivo "hay que besar con ternura las llagas de Jesús en nuestros hermanos hambrientos, pobres, enfermos y en los que están en la cárcel".
Después de la resurrección, dijo el Papa Francisco, Jesús se aparece a los apóstoles, pero Tomás no estaba allí: "quería que esperara una semana. El Señor sabe por qué hace las cosas. A cada uno de nosotros le da el tiempo que él piensa que es mejor para nosotros. A Tomás le ha concedido una semana. Jesús se presenta con sus llagas: todo su cuerpo estaba limpio, hermoso, lleno de luz – continuó el Santo Padre -, pero las llagas estaban y están todavía, y cuando el Señor vendrá, al final del mundo, nos enseñará sus llagas. Tomás, para creer, quería meter sus dedos en las llagas: era un testarudo. Pero el Señor quiso precisamente un testarudo para hacernos comprender algo más grande. Tomás vio al Señor, que le invitó a meter el dedo en la herida de los clavos, a poner su mano en el costado y no dijo: es verdad: el Señor ha resucitado. ¡No! Fue más allá. Dijo: ¡Dios! Es el primer discípulo que confiesa la la divinidad de Cristo después de la resurrección. Y que adora".
"Otros - dijo el Papa - pensaban que para llegar a Dios hay que ser mortificado y austero, y han elegido el camino de la penitencia: sólo la penitencia y el ayuno. Y ni siquiera estos llegaron al Dios vivo, a Jesucristo Dios vivo. Son los pelagianos, que creen que con su esfuerzo pueden llegar. Pero Jesús nos dice que la manera de encontrarle es encontrando sus llagas, y las llagas de Jesús las encuentras con las obras de misericordia, dando al cuerpo y al alma, sobre todo al cuerpo – subrayó el Papa – de tu hermano llagado, porque tiene hambre, porque tiene sed, porque está desnudo, porque está humillado, porque es un esclavo, porque está en la cárcel, porque está en el hospital. Esas son las llagas de Jesús hoy. Y Jesús nos invita a dar un acto de fe, en Él, pero a través de estas llagas. ¡Vale, muy bien! ¡Hagamos una fundación para ayudar a todo el mundo y hacer tantas cosas buenas! Eso es importante, pero si nos quedamos en este nivel seremos sólo filantrópicos."...
"Tenemos que tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús, tenemos que curar las llagas de Jesús con ternura, tenemos que besar las llagas de Jesús, y esto literalmente. Pensemos, ¿qué pasó con San Francisco, cuando abrazó al leproso? Lo mismo que a Tomás, que su vida cambió. Para tocar al Dios vivo – afirmó el Papa - no hay necesidad de hacer un curso de actualización, sino entrar en las llagas de Jesús, y para ello basta salir a la calle. Pidamos a Santo Tomás a gracia de tener el coraje para entrar en las llagas de Jesús con nuestra ternura y seguramente tendremos la gracia de adorar al Dios vivo".
¡Muchas gracias! por lo que están haciendo, por el trabajo.
Estoy contento que estén reunidos y que tengan esperanza mirando adelante. Porque cuando miramos atrás siempre quedamos aprisionados por la dificultad de las tribulaciones, los problemas. Bueno, esas cosas que suceden en la vida y que nos hacen sufrir. Así que hay que mirar adelante como ustedes.
Institucionalmente la Caritas es parte esencial de la Iglesia. Una Iglesia sin la caridad no existe. Y la Caritas es la institución del amor de la Iglesia. La Iglesia se hace institución en la Caritas. Por eso la Caritas tiene esa doble dimensión: Una dimensión de acción; acción social entre comillas. Acción social en el sentido más amplio de la palabra. Y una dimensión mística, es decir, metida en el corazón de la Iglesia. La Caritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo. La caricia de la Madre Iglesia a sus hijos, la ternura, la cercanía.
Pensemos en la belleza de la Madre Teresa de Calcuta cuya luminosidad no proviene de ningún maquillaje ni de ningún efecto especial sino de ese resplandor que tiene la caridad cuando se desgasta cuidando a los más necesitados, ungiéndolos con ese aceite perfumado de su ternura. Cuando pensamos en ella nuestro corazón se llena de una belleza que no proviene de los rasgos físicos o de la estatura de esta mujer sino del resplandor hermoso de la caridad con los pobres y desheredados que la acompaña.
En el Jesús roto de la cruz que no tiene apariencia ni presencia a los ojos del mundo y de las cámaras de TV, resplandece la belleza del amor hermoso de Dios que da su vida por nosotros. Es la belleza de la caridad, la belleza de los santos. Cuando pensamos en alguien como la madre Teresa de Calcuta nuestro corazón se llena de una belleza que no proviene de los rasgos físicos o de la estatura de esta mujer, sino del resplandor hermoso de la caridad con los pobres y desheredados que la acompaña.
A continuación, presentamos el texto de una homilia el entonces Cardenal Bergoglio, donde presenta dos realidades en torno a la escucha: primero, que Dios "ama escuchar"; y segundo, que "para ayudar a alguien primero hay que escucharlo".
"La lectura del Exodo nos dice algo muy simple y a la vez muy hermoso, muy consolador: Que Dios nos escucha. Que Dios, nuestro Padre, escucha el clamor de su pueblo. Este clamor silencioso de la fila interminable que pasa delante de San Cayetano. Nuestro Padre del Cielo escucha el rumor de nuestros pasos, la oración que vamos musitando en nuestro corazón, a medida que nos acercamos.
Nuestro Padre escucha los sentimientos que nos conmueven, al recordar a nuestros seres queridos, al ver la fe de los otros y sus necesidades, al acordarnos de cosas lindas y cosas tristes que nos han pasado este año... Dios nos escucha.
Él no es como los ídolos, que tienen oídos pero no escuchan. No es como los poderosos, que escuchan lo que les conviene. Él escucha todo. También las quejas y los enojos de sus hijos. Y no sólo escucha sino que ama escuchar. Ama estar atento, oír bien, oír todo lo que nos pasa.
Por eso nos dice Jesús "el Padre sabe bien lo que necesitamos" y no hace falta hablarle mucho. Basta con el Padrenuestro. Porque Él escucha hasta nuestros pensamientos más íntimos. El Evangelio dice que ni un pajarito cae en tierra sin el Padre. Y bien podría ser que diga: "sin que el Padre escuche que cae".
Hoy venimos a pedir dos gracias: la gracia de "sentirnos escuchados" y la gracia de "estar dispuestos a la escucha". Con Jesús y san Cayetano queremos aprender a escuchar y a ayudar a nuestros hermanos. Éste es el lema que nos llevaremos en el corazón.
Escuchemos ahora, atentamente, cómo nos habla nuestro Dios en la Sagrada Escritura.
Dice: "Yo soy el Dios de tus padres... y tengo bien vista la opresión de mi pueblo que está en Egipto. He escuchado sus gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, Yo conozco muy bien sus sufrimientos" (Ex 3, 6-7). Nuestro Padre escucha todos nuestros gritos de dolor, pero escucha de manera especial los gritos de dolor provocados por la injusticia : provocados, dice, por los capataces de los Faraones de este mundo. Hay dolores y dolores. Los del salario retenido, los de la falta de trabajo, son de los dolores que claman al cielo. Ya lo dice el Apóstol Santiago: "Miren; el salario que no han pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos" (Sant 5, 4). Los dolores que van con injusticia claman al cielo, porque son dolores que se pueden evitar, simplemente siendo justos, privilegiando al más necesitado, creando trabajo, no robando, no mintiendo, no cobrando de más, no ventajeando...
En el Evangelio del Juicio final también se nos habla de una escucha. Jesús separa las ovejas de las cabras y dice a las ovejitas: "Vengan benditos de mi Padre, reciban el reino en herencia, porque tuve hambre y Ustedes me dieron de comer...". Los justos le preguntan "Pero ¿cuándo, Señor, te vimos hambriento...?" Y el Señor les responde: "Cada vez que ayudaron al más pequeño de mis hermanos, me estaban ayudando a mí".
La parábola del juicio final es la manera que tiene Jesús de decirnos que Dios ha estado atento a toda la historia de la humanidad. Que Él ha escuchado cada vez que algún pobrecito pedía algo. Cada vez que alguien, aunque fuera con voz bajita, como la gente más humilde que pide que casi ni se la oye, cada vez que alguno de sus hijitos ha pedido ayuda, Él ha estado escuchando. Y lo que va a juzgar en nosotros los hombres es si hemos estado atentos junto con Él, si le hemos pedido permiso para escuchar con su oído, para saber bien qué les pasa a nuestros hermanos, para poder ayudarles. O si al revés, nos hemos hecho los sordos, nos hemos puesto los walkman, cosa de no escuchar a nadie. Él escucha y, cuando encuentra gente que tiene el oído atento como el suyo y que responde bien, a esa gente la bendice y le regala el Reino de los cielos.
Esto de la escucha es una gracia muy grande, y hoy se la pedimos a San Cayetano para nuestro pueblo, para todos nosotros: que nos sepamos escuchar. Porque para ayudar a alguien, primero hay que escucharlo. Escuchar qué le pasa, qué necesita. Dejarlo hablar y que él mismo nos explique lo que desea. No basta con ver. A veces las apariencias engañan. Saber escuchar es una gracia muy grande. Fíjense que nuestro Padre del Cielo nos recomienda vivamente una sola cosa, y es que "escuchemos a Jesús, su Hijo". Ésa es la esperanza del Padre: "escucharán a mi Hijo". Y Jesús nos dice que cuando escuchamos a nuestros hermanos más pequeños, lo escuchamos a Él.
¿Cómo puede ser que haya gente que diga que Dios no habla, que no se entiende bien lo que quiere decir? Claro, es gente que no escucha a los pobres, a los pequeños, a los que necesitan... Gente que sólo escucha las voces machaconas de la propaganda y de las estadísticas y no tiene oídos para escuchar lo que dice la gente sencilla.
Escuchar no es oír, simplemente. Escuchar es atender, querer entender, valorar, respetar, salvar la proposición ajena... Hay que poner los medios para escuchar bien, para que todos puedan hablar, para que se tenga en cuenta lo que cada uno quiere decir.
La novena de San Cayetano es un ejemplo de escucha. Durante todo el año se trabaja preguntando a la gente qué es lo que más quiere pedir este año, qué es lo que se necesita. Y se reza y se discierne entre todas las peticiones. Así se va formando el lema de la novena.
Porque el Santo es como si fuera un oído especial de nuestro Padre para una petición especial de su pueblo: la del pan y la del trabajo. Los santos son como los oídos de Dios, uno para cada necesidad de su pueblo. Y también nosotros podemos ser santos en este sentido, ser oído de Dios en nuestra familia, en nuestro barrio, en el lugar donde nos movemos y trabajamos. Ser una persona que escucha lo que necesita la gente, pero no sólo para afligirnos o para ir a contarle a otro, sino para juntar todos estos reclamos y contárselos al Señor. Cuántos ya lo hacen trayendo los papelitos y las peticiones de sus familiares a los pies del santo. Además de la propia petición cada uno viene con la de otro que le encomendó por que no podía venir. Bueno, ésa es la escucha que San Cayetano nos enseña y que nosotros aprendemos: estar dispuestos a escuchar como escucha el santo, como escucha nuestro Padre Dios. Escuchar para así poder ayudar: intercediendo y dando una mano.
Que la Virgen nuestra Madre, que es la predilecta de Dios y de su Pueblo en esto de escuchar y pasar mensajes de buenas noticias, reciba nuestros ruegos y nos dé la gracia de sabernos escuchar." (Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, en la fiesta de San Cayetano (7 de agosto de 2006))
Los voluntarios de Caritas de nuestra parroquia confeccionó el siguiente letrero para expresar el trabajo que realizamos por los pobres. Fue utilizado en la muestra de Caritas Diocesana, y en éste, también colaboraron otras parroquias de la ciudad.
En el centro de la presentación está el siguiente fragmento evangélico:
"El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa" Mt 10,40-42
En el centro está el Evangelio y de éste, salen sus frutos de caridad: ORACIÓN, ALIMENTOS, ACOGIDA, VISITAR, ACOMPAÑAR.
Es un pequeño mapa conceptual para expresar nuestra labor en Caritas, enraizada en el Evangelio.
Presentamos algunos párrafos de este documento del Papa sobre el ejercicio de la Caridad en la Iglesia que ha aparecido hace pocos meses:
Del Proemio
La Iglesia vive la caridad también como institución, así explica el Sumo Pontífice:
"La Iglesia está llamada a ejercer la diakonia de la caridad en su dimensión comunitaria, desde las pequeñas comunidades locales a las Iglesias particulares, hasta abarcar a la Iglesia universal; por eso, necesita también «una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado», una organización que a su vez se articula mediante expresiones institucionales."
Por eso, el Papa manifiesta la necesidad de dar normas al respecto:
"Desde esta perspectiva, por tanto, con el presente Motu proprio deseo proporcionar un marco normativo orgánico que sirva para ordenar mejor, en líneas generales, las distintas formas eclesiales organizadas del servicio de la caridad, que está estrechamente vinculada a la naturaleza diaconal de la Iglesia y del ministerio episcopal."
Con estas normas, se busca evitar el peligro de perder la identidad cristiana en las organizaciones eclesiales de caridad:
"En efecto, en todos sus ámbitos, la actividad caritativa de la Iglesia debe evitar el riesgo de diluirse en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes"
De la parte dispositiva
Por lo tanto, es necesaria la formación y la vida espiritual de los que participan de dichas instituciones:
"Con el fin de garantizar el testimonio evangélico en el servicio de la caridad, el Obispo diocesano debe velar para que quienes trabajan en la pastoral caritativa de la Iglesia, además de la debida competencia profesional, den ejemplo de vida cristiana y prueba de una formación del corazón que testimonie una fe que actúa por la caridad. Con este objetivo, provea a su formación también en ámbito teológico y pastoral, con específicos curricula concertados con los directivos de los varios organismos y con propuestas adecuadas de vida espiritual.
Asimismo, el Santo Padre llama a los Obispos con la colaboración de los párrocos a fomentar la realidad de Caritas en las parroquias y de otras iniciativas de Caridad:
"El Obispo debe favorecer la creación en cada parroquia de su circunscripción de un servicio de «Caritas» parroquial o análogo, que promueva asimismo una acción pedagógica en el ámbito de toda la comunidad para educar en el espíritu de una generosa y auténtica caridad. Si fuera oportuno, dicho servicio se constituirá en común para varias parroquias del mismo territorio.
Corresponde al Obispo y al párroco respectivo asegurar que, en el ámbito de la parroquia, junto a la «Caritas» puedan coexistir y desarrollarse otras iniciativas de caridad, bajo la coordinación general del párroco."
El documento pontificio toca muchos otros temas, pero hemos seleccionados aquellos más estrechamente ligados con la parroquia.
En este sentido, y para que nos sirvan de ejemplo y de estímulo, quisiera llamar la atención sobre algunas de las muchas figuras que en la historia de la Iglesia han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual. Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, «experta en la scientia amoris» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio ineunte, 42), supo vivir «en profunda unión a la Pasión de Jesús» la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos» (Audiencia general, 6 abril 2011).
El venerable Luigi Novarese, del que muchos conservan todavía hoy un vivo recuerdo, advirtió de manera particular en el ejercicio de su ministerio la importancia de la oración por y con los enfermos y los que sufren, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes. Movido por la caridad hacia el prójimo, Raúl Follereau dedicó su vida al cuidado de las personas afectadas por el morbo de Hansen, hasta en los lugares más remotos del planeta, promoviendo entre otras cosas la Jornada Mundial contra la lepra. La beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que «no son queridos, ni amados, ni atendidos». También santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero... Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo» (Homilía para la canonización, 21 octubre 2012). En el evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor.
En nuestra parroquia hay un equipo de visitadores de enfermos. Entre ellos, tenemos algún ministro extraordinario de la comunión. Además, los sacerdotes van a administrar los sacramentos a nuestros enfermos los primeros viernes de mes.
No duden en avisar si conocen algún enfermo que necesita de ser atendido espiritualmente por los sacerdotes o precisa de ayuda y cercanía de la parroquia.
En torno al Viernes de Dolores, tradicionalmente memoria de la Virgen de los Dolores, se celebra una misa con la administración del sacramento de la unción de enfermos para éstos y para las personas ancianas.
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El Catecismo explica la virtud del pudor en los números del 2521 al 2524. Presentamos algunas de las ideas que expone:
El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.
El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción.
Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo... El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes.
Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia al hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana.
MODOS DE VIVIR EL PUDOR
a) No dejarse llevar por el exceso de curiosidad: la curiosidad que va más allá de la caridad y del interés por los demás no es buena ni a nadie beneficia.
b) Encauzar los propios sentimientos: la persona y sus sentimientos no son una fuerza alocada que actúa espontáneamente. El corazón siente, pero la razón decide y se ama con la voluntad que tamadecuada para cada ocasión. Lo más importante no es ir vestido a la moda, sino ir dignamente vestido y a la moda.
e) Respetar la intimidad propia y la ajena: para educar la virtud del pudor se deben promover unos hábitos relacionados con el respeto a la propia intimidad y a la intimidad de los demás.
bién es humana y natural.
c) Comportarse de manera sosegada: el comportamiento personal debe ser calmado, mesurado, medido, modesto.
Explicaba el entonces Cardenal Ratzinger en una meditación cómo hace descender fuego el Señor sobre nosotros.
Ratzinger contrapone dos escenas: por un lado, cuando Santiago y Juan piden al Señor que haga descender el fuego sobre Samaria para destruirlos por su dureza; y, por otro, la realidad del envío del Espíritu Santo en Pentecostés, como lenguas de fuego.
Los hijos de Zebedeo, "hijos del Trueno", Santiago y Juan, ante la negativa a hospedar al Señor en Samaria, piden a Jesús que "hiciera descender fuego sobre Samaria y permitiera que se experimentara el juicio sobre la ciudad inhospitalaria y sobre los hombres. Pero, una vez más, la respuesta de Jesús es distinta."
El fuego con el que Jesús quiere renovar la creación es distinto: "el fuego de Pentecostés, la hoguera de su palabra transformadora, en la que reside la fuerza de su misericordia y de su renovación, y que abre a hombres que antes se enfrentaban entre sí de tal modo que, a partir de él, están unidos unos a otros. Su nuevo juego no es destructor."
"El fuego con el que quiso encender el mundo es la fuerza del Espíritu Santo. Éste es el fuego que procede del carro ígneo de la cruz, que se hace patente a los hombres y les da nueva esperanza, nuevo camino, nueva vida."
Se pone de manifiesto que el fuego del Señor es la caridad, esa fuerza transformadora que sana e inflama de vida; es distinto, al fuego de las pasiones y del pecado, que engendra destrucción y muerte.
El fuego de Cristo se manifestó anteriormente con la Pasión del Señor, por eso, sigue explicando el Cardenal Ratzinger: "Hay en Orígenes una sentencia atribuida a Jesús: <>. Quien no quiera ser quemado, debe alejarse de él. En el sí al seguimiento se incluye el valor de dejarse abrasar por el juego de la pasión de Jesucristo, que es también, al mismo tiempo, el fuego salvador del Espíritu Santo. Sólo si tenemos el valor de estar junto a este fuego, si nos dejamos incendiar nosotros mismos, podremos también nosotros encender su fuego en esta tierra, el fuego de la vida, de la esperanza y del amor."
Quiere conectar la fuerza del Espíritu Santo como fuego, con la fuerza de la Pasión para seguir a Jesucristo, por eso, concluye con fuerza: "Éste es el fondo, una y otra vez, el núcleo de la llamada: debemos estar preparados para dejarnos abrasar, para dejarnos incendiar por él, dejarnos transformar en antorchas de aquel cuyo corazón arde por la fuerza de su palabra. Si somos tibios y perezosos, no podremos traer fuego a este mundo, ni aportar ninguna fuerza de transformación."
Hace pocas semanas hemos empezado el curso de catequesis de preparación para la primera comunión, que exige previamente haber recibido también por vez primera el sacramento de la confesión.
¿Cuál es el fin de la catequesis de 1a Comunión?
El objetivo de esta catequesis es la preparación para recibir a Jesús en la Eucaristía. Como dirá el Concilio Vaticano II, la Eucaristía contiene "todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo" (PO 5); y también afirma que la Eucaristía es "el culmen de la vida cristiana" (LG 11)
¿Quiénes están implicados en la catequesis de los niños?
Los primeros catequistas son los padres, ya que al traer a la Iglesia para bautizar a sus hijos, se comprometieron a hacer crecer la semilla de la fe con su ejemplo y sus palabras. Por eso, la Iglesia no tiene temor en llamar a la familia "Iglesia Doméstica".
La parroquia colabora con los padres en esta tarea a través de los catequistas y de los sacerdotes. La catequesis en la parroquia tiene una dimensión más estructurada y doctrinal, pero precisa-sin lugar a dudas- del ejemplo en la familia.
¿Cuál es el contenido de la catequesis?
Los elementos que constituyen la catequesis de primera comunión son los siguientes:
-LA MISA DOMINICAL: ya que la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la participación en la Misa bien celebrada y bien vivida. Es bueno que aprendan las oraciones y respuestas de la Misa durante este tiempo de catequesis.
-LAS ORACIONES DE SIEMPRE: aprender las oraciones de la Iglesia –el Ave María, el Padrenuestro y otros– es un medio idóneo para introducir a los niños en el arte de la oración, para que aprendan a dirigirse a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Las costumbres que se aprenden a estas edades duran para toda la vida.
-INTRODUCIRLES A LA SAGRADA ESCRITURA: Es bueno que conozcan las historias y los personajes bíblicos. En especial, es idóneo introducirles en la vida de Nuestro Señor Jesucristo.
-EL CREDO: ya que contiene las principales verdades de fe. En especial, hay que tratar el Misterio de la Santísima Trinidad, el Misterio Pascual y el Misterio de la Iglesia.
-LOS SACRAMENTOS: es necesario que durante esta formación conozcan la realidad de estos signos que nos ponen en contacto con Jesús y nos traen la gracia. En especial, deben descubrir el bautismo por el cual son hijos de Dios, y los dos sacramentos que se preparan a recibir: la confesión y la comunión.
-LOS MANDAMIENTOS: es importante que conozcan nuestros niños las principales normas morales, y distinguir así entre el bien y el mal. La semilla de bien que se planta en las almas inocentes de los niños, con el pasar del tiempo, crece y da frutos de verdadera santidad.
Andrés: Mi catequista, al prepararme para el día de mi primera Comunión, me dijo que Jesús está presente en la Eucaristía. Pero ¿cómo? Yo no lo veo.
Benedicto XVI: Sí, no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y que existen y son esenciales. Por ejemplo, no vemos nuestra razón; y, sin embargo, tenemos la razón... Así tampoco vemos, por ejemplo, la corriente eléctrica y, sin embargo, vemos que existe, vemos cómo funciona este micrófono; vemos las luces. En una palabra, precisamente las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir sus efectos. No vemos la electricidad, la corriente, pero vemos la luz. Y así sucesivamente. Del mismo modo, tampoco vemos con nuestros ojos al Señor resucitado, pero vemos que donde está Jesús los hombres cambian, se hacen mejores.